19 C
La Paz, BO
20, septiembre, 2024
Lo Último Opinión

¿Cuánto cambió Bolivia?

La Paz, junio de 2020

Por Luis Flores / Periodista

Poco. Casi nada. El racismo, la discriminación y la negación son aún tangibles, “normales y correctos”. Hablar del tema está mal. “¿Por qué estás tan traumado con eso, el racismo lo creas vos?” o “Evo nos ha dejado el racismo, nos ha enseñado a odiarnos” son algunas de las respuestas cotidianas, aceptadas, pero que guardan un profundo y oculto sentimiento de odio racista.

En y tras la convulsión política y social de fin de 2019, con el fraude electoral o no y el golpe de Estado o no, se han reavivado las brasas de la intolerancia. Hemos dado 10 pasos atrás, porque en el fondo nunca nos entendimos para avanzar. No nos aceptamos. En la convulsión han resurgido los fantasmas que nos han catalogado como “salvajes”, “ignorantes”, “suicidas”, “bestias”… Al final, el ser pitita significó en el fondo no ser indio.

Justo tras el confuso conteo electoral de 2019, muchos indignados con los resultados quisieron sumarse a las protestas, pero éstas se tornaron intolerantes desde el primer día. Saber que no se podía llevar una wiphala, por ejemplo, y ver quiénes se habían subido al tren pitita mostró el camino al destino que hoy padecemos.

Hoy hay tanto por qué luchar como en los 90 del Felipe Quispe. Es que “las hijas e hijos” del Mallku han crecido. Pero algunos de ellos se entienden y otros se niegan.

La negación. En Bolivia aún es “bien” ser blancón. Todavía ser “gente bien” es teñirse el cabello, rubiamente presidencial. “A los indios hay que tratarlos bien, hay que entenderlos”, dice Juan Choque, un citadino aymara que ha olvidado quién es y su idioma otrora materno. “Yo no soy racista con los indiecitos”, coincide Rubén Salinas, otro citadino que podrá ser mestizo, criollo u otro, pero jamás indígena.

La negación más profunda se esconde bajo la frase: “todos somos mestizos”. Tan repetida, probablemente tan lógica, pero tan fuerte muestra de la negación suprema. Nadie quiere ligarse o acercarse a lo indígena, lo esquiva, lo olvida. No lo ve, no lo habla, porque está mal. Hay cientos, miles, que creen fervientemente que no tienen nada de indígenas y son tolerantes con ese otro. Tal cual, el varón que odia a los homosexuales, pero en el fondo solo reprime su ser natural.

La negación perpetúa el rechazo.

No puedes odiar al otro, porque en realidad el otro eres tú. Aceptarse para entenderse y entendernos para terminar con los fantasmas que hoy nos gobiernan (en todos los sentidos). No se trata solo de ser indio y no aceptarse, sino de ser humano y no entender que todos lo somos.

*Luis Flores es periodista.

Cargando....