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Realidad dolorosa, enterrar a fallecidos con o sin COVID, un drama familiar diario

mario

La Paz, agosto de 2020

Por Mario Marañón Albarracín / Periodista

Ningún cuento o historia, supera la dolorosa realidad que se vive en Bolivia y particularmente en La Paz donde los cementerios colapsaron, no hay ataúdes y hay muertos en las calles.
El entierro de seres queridos, es un calvario que se relata a diario, el precio de los servicios funerarios para los pobres está prohibido, el más económico tiene un costo de mil dólares con féretro de madera y con cartón u otro material 600 dólares.
Loa fallecimientos por coronavirus aumentaron geométricamente las funerarias y la demanda de féretros de madera, vieron la oportunidad de especular precios y en otros casos sobrepasó la mano de obra de carpinteros, así como la falta de materia prima.
Los fallecimientos de personas se dividieron en categorías, los que no tuvieron COVID que deben esperar un nicho o ser sepultados en fosa común, otra las que contrajeron esa enfermedad que tiene las modalidades de incineración o fosa común.
Se puede constatar que la Alcaldía de La Paz, que administra el Cementerio General, recurre a una especie de lotería para asignar sólo a 25 personas que fallecieron un nicho o de lo contrario la fosa común y en los campos santos privados se debe esperar uno o dos días por la cantidad de entierros y para los decesos de coronavirus es la cremación.
El procedimiento para el entierro de un familiar es un calvario, principalmente cuando se debe tener un certificado médico que establezca la causa de la muerte, luego acudir al Servicio Departamental de Salud (SEDES) que avale la declaración del galeno.
El tormento crece cuando el fin de semana no existe una Oficialía de Registro Civil que esté abierto de emergencia y que extienda el certificado de defunción y debe esperar hasta el lunes.
PANORAMA DESOLADOR
El peor de los drama es no despedir a sus seres queridos y eso pasa a los decesos por COVID, los familiares deben quedarse en las puertas del cementerio por temor a infecciones el ingreso es prohibido y las alternativas según el costo es cremación o entierro en féretros de cartón y otros cubiertos con una lona negra.
Las personas se aglomeran en la puerta principal del Cementerio General a esperar el turno para sepultar a sus familiares con el peligro del contagio del virus
En el caso de los decesos sin COVID es permitido el ingreso solo de 10 familiares que deben tener todas las medidas de bioseguridad y rogar a Dios estar dentro de los 25 nichos para enterrar a sus fallecidos.
Un reciente informe de la Fuerza Especial del Lucha Contra el Crimen (Felcc) reportó que La Paz y El Alto, entre el viernes y el domingo, hizo el levantamiento de 191 cadáveres en todo el país y cada día suma y sigue.
El infortunio se ensaña con los más pobres y falta una política de ayuda a quienes no tienen la posibilidad de brindar un entierro digno a sus seres queridos.
En la sede de Gobierno se ofrece el servicio de un “crematorio móvil” que causa pavor en calles y avenidas debido a que los vecinos rechazan ese tipo de incineración por temor al virus.
En los últimos años el municipio de La Paz, no cuenta con in plan que prevé el crecimiento de la población, de la urbe y establecer una infraestructura para contar con un cementerio moderno y adecuado a la actualidad.
Mientras tanto, brindo mis sentidas condolencias a todas las familias que perdieron y pierden un ser querido en medio de la pandemia. Que Dios nos proteja.

*En Memoria de Guillermo Rodríguez Anaya un ejemplar padre y abuelo.

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