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Opinión

¿Oposición que agoniza?

La Paz, 19 de septiembre de 2021

La Razón

Por: César Navarro Miranda es exministro, escritor con el corazón y la cabeza en la izquierda.

La última declaración de la senadora Barrientos en su condición de jefa de bancada de Comunidad Ciudadana sobre la aparente “coincidencia con el MAS, que con Creemos”, no fue respaldada por su propia organización, que posteriormente radicó en la renuncia a la jefatura; a esto se sumó la voz de sugestión de Camacho, para no perder brillo. En síntesis, esta fue la semana que caracterizó la agenda de la oposición.

En el funcionamiento de nuestra democracia representativa tenemos a las organizaciones políticas como los titulares —que si bien no solo son la disputa electoral— de la democracia como institución política, pues son el liderazgo y la administración de los gobiernos nacional, departamental, regional y municipal; las organizaciones, sean partidos, frentes o agrupaciones, deben ser la institucionalidad política en el sistema de gobierno.

Sin embargo, las organizaciones políticas con candidatos, sigla, color y eslogan se han constituido en un club de amigos electorales que viven, disfrutan y se realizan solo en el tiempo electoral; posteriormente, para subsistir públicamente su identidad política es ser nombrado oposición —concepto vacío—.

Es en este escenario el libreto improvisado que no está en función de un horizonte de país, por el contrario, solo se encuentra la posibilidad incierta del tiempo de ser un abanderado de las oposiciones.

La opinión política vertida por la senadora fue considerada desde CC como “una opinión personal que no involucra a la organización”, esto representa la orfandad política, es la característica que se ha ido repitiendo desde 2006 en todas las oposiciones: desautorizan una opinión política parlamentaria bajo el supuesto que no representa al partido, cuando en los hechos esta aparente organización es inexistente pues solo constituye una sigla —nostalgia electoral— y no una institución política.

Esto se convirtió un problema estructural de nuestra democracia representativa. Las organizaciones en la oposición tienen una aparente “institucionalidad” únicamente en la medida que lideren temporalmente un espacio subnacional, su justificativo discursivo no dejó de mirar alrededor de lo público-administrativo en lo coyuntural, ya que su subsistencia depende de la permanencia en ella. Sin este último objetivo en las próximas elecciones, agonizan.

Entre ellos citaremos al Movimiento Sin Miedo (MSM), reconvertido en Soberanía y Libertad (Sol.bo), que administró el gobierno municipal de La Paz por 21 años y en la elección de este año no logró obtener ni un solo concejal; en Santa Cruz, Rubén Costas lideró la gobernación desde 2006 hasta 2021 con su agrupación APB, que luego se transformó en Movimiento Demócrata Social, y en la última elección departamental Demócratas no pudo postular candidato propio a la gobernación y se limitó a una pírrica participación electoral municipal donde apenas obtuvo el cuarto lugar.

A nivel nacional, desde 2005 hasta esta última elección, la participación de los frentes electorales se constituyó en alianzas circunstanciales de siglas bajo el común denominador de ser oposición. Implícitamente formaron una costumbre política limitada en dos tiempos: primero, las fases pre y electoral que abanderan un eslogan coyuntural; segundo, poselectoral, como comportamiento mediático sin norte político circunscrito a los momentos de oportunidad política donde muchas de las y los actores limitan su opinión a los titulares de prensa, este hecho es una constatación de lo que percibimos diariamente.

Nuestra democracia representativa no tiene la institucionalidad partidaria para constituir un sistema político sólido. Hoy, éste gira bajo el paraguas monopartidario del MAS, es la única organización nacional que no cuenta con una estructura partidaria clásica; por el contrario, se construyó como la expresión política y electoral de una confederación de organizaciones de todo el país, que a diferencia de las oposiciones tiene un horizonte de país.

Este déficit en la institucionalidad partidaria opositora, lejos de ser superada, tiende a agudizarse, y se muestra en las miradas de los líderes políticos de las siglas electorales que están concentradas en mantener imágenes individuales como referente personal y no así como opción política de gobierno. Es por eso que la certidumbre para las oposiciones es incierta, pues dependen de los errores del Gobierno, del actuar político y articulador de algunos medios privados de comunicación, de cívicos, de movilizaciones indígenas y regionales para cabalgarse sobre banderas que no son suyas, pero que les son necesarias para subsistir; es la agonía de quienes aparentan ser oposición.

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